Combustión espontánea humana (Spontaneous Human Combustion)
es
cuando
el
cuerpo
de una
persona
arde
súbitamente
y se
incinera,
sin la
aparente
presencia
de una
fuente
externa
de
ignición
conocida.
La causa de tal combustión ha sido durante muchos años un completo misterio, sin embargo las victimas de este fenómeno presentan características se distinguen de otros tipos de fuego como:
-
Los muebles, electrodomésticos, etc. cercanos a la victima suelen quedar intactos o sufren pocos daños.
-
La mayoría de los casos suceden bajo techo.
-
Las victimas son con frecuencia mujeres o tienen sobrepeso.
-
Son mínimos los casos en los que haya testigos oculares del proceso de combustión.
-
Las quemaduras no se distribuyen de manera uniforme, el torso suele presentar graves daños (a veces es reducido a cenizas) pero las extremidades suelen quedar intactas.
-
El cuerpo de la victima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional.
Con
respecto
al
último
punto es
importante
señalar,
que para
que un
cuerpo
humano
sea
reducido
a
cenizas
se
necesitan
temperaturas
de más
de
1.700°C.
Incluso
los
crematorios
modernos,
alcanzan
temperaturas
cercanas
a los
1.100°C,
los
huesos
no se
consumen
completamente
y tienen
que ser
molidos.
El cuerpo humano al estar compuesto en gran parte por agua, aun cuando se utilice un acelerante químico (material inflamable) que favorezca la ignición de un fuego, suele dejar de arder, por ejemplo: Adolf Hitler, cuyo cuerpo fue quemado utilizándose más de 20 litros de combustible, aun fue fácilmente identificable. Sin embargo en los casos de combustión espontánea, los cuerpos fueron reducidos a cenizas, y las investigaciones forenses no han revelado el uso de ningún acelerante.
Así que por tanto un fuego ordinario tendría que haber sido extraordinariamente intenso para provocar el efecto observado en las víctimas, pero por otra parte esto entra en contradicción con el daño limitado a los alrededores.
Teorías
Existen diversas teorías alrededor de este fenómeno, entre la que destaca la de nombre “El efecto mecho”, la cual consiste en que una persona resulta quemada por su propia grasa tras haber sido prendida, accidentalmente o de otra forma. Un cuerpo humano vestido es como una vela vuelta del revés: la grasa humana (la fuente de combustible) está dentro y las ropas de la víctima (la mecha) está fuera. Se produce así un suministro constante de combustible, y a medida que la grasa que se derrite empapa las ropas de la víctima. En ese sentido llama la atención el hecho, de que existen casos en los que las ropas de la victima han presentado pocos daños.
Casos conocidos:
El cuerpo humano al estar compuesto en gran parte por agua, aun cuando se utilice un acelerante químico (material inflamable) que favorezca la ignición de un fuego, suele dejar de arder, por ejemplo: Adolf Hitler, cuyo cuerpo fue quemado utilizándose más de 20 litros de combustible, aun fue fácilmente identificable. Sin embargo en los casos de combustión espontánea, los cuerpos fueron reducidos a cenizas, y las investigaciones forenses no han revelado el uso de ningún acelerante.
Así que por tanto un fuego ordinario tendría que haber sido extraordinariamente intenso para provocar el efecto observado en las víctimas, pero por otra parte esto entra en contradicción con el daño limitado a los alrededores.
Teorías
Existen diversas teorías alrededor de este fenómeno, entre la que destaca la de nombre “El efecto mecho”, la cual consiste en que una persona resulta quemada por su propia grasa tras haber sido prendida, accidentalmente o de otra forma. Un cuerpo humano vestido es como una vela vuelta del revés: la grasa humana (la fuente de combustible) está dentro y las ropas de la víctima (la mecha) está fuera. Se produce así un suministro constante de combustible, y a medida que la grasa que se derrite empapa las ropas de la víctima. En ese sentido llama la atención el hecho, de que existen casos en los que las ropas de la victima han presentado pocos daños.
Casos conocidos:
(1673
- Paris,
Francia)
El
primer
caso con
fecha
conocida,
cuando
un
ciudadano
anónimo
y según
parece
alcohólico,
fue
reducido
a una
pila de
cenizas
y unos
pocos
huesos
de los
dedos,
pero la
cama de
paja en
la que
murió
quedó
intacta.
Condesa
Cornelia
di Bandi
de
Cesena
(Abril
de 1731
– Sur de
Italia)
Los restos de la Condesa de 62 años, fueron encontrados por su doncella en el piso de su dormitorio (presumiblemente se había levantado de su cama). El cuerpo había quedado reducido a una pila de cenizas, las piernas y brazos se encontraban relativamente intactos, parte del cráneo y la quijada se encontraban entre las piernas, y el cerebro sin daño. Las paredes de la habitación estaban cubiertas de hollín, el suelo de un líquido pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la cama no había sufrido daños.
Los restos de la Condesa de 62 años, fueron encontrados por su doncella en el piso de su dormitorio (presumiblemente se había levantado de su cama). El cuerpo había quedado reducido a una pila de cenizas, las piernas y brazos se encontraban relativamente intactos, parte del cráneo y la quijada se encontraban entre las piernas, y el cerebro sin daño. Las paredes de la habitación estaban cubiertas de hollín, el suelo de un líquido pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la cama no había sufrido daños.
Sra.
Peacock
(Antes
de 1809
–
Inglaterra)
El cuerpo de la mujer fue descubierto cuando a las dos de la madrugada sus restos carbonizados comenzaron a caer en la habitación de su vecino del piso de abajo, a través de un hoyo quemado en el suelo de madera. El novelista Charles Dickens utilizo el tema en su novela “Bleak House”, en la que hizo morir a uno de sus personajes de esta manera tan dramática, empleando como recurso literario los detalles del caso de la condesa di Bandi.
El cuerpo de la mujer fue descubierto cuando a las dos de la madrugada sus restos carbonizados comenzaron a caer en la habitación de su vecino del piso de abajo, a través de un hoyo quemado en el suelo de madera. El novelista Charles Dickens utilizo el tema en su novela “Bleak House”, en la que hizo morir a uno de sus personajes de esta manera tan dramática, empleando como recurso literario los detalles del caso de la condesa di Bandi.
Sra.
Mary
Hardy
Reeser
(2 de
Julio de
1951 -
St.
Petersburg,
Florida)
La Sra. Reeser, una obesa viuda de 67 años de edad, fue encontrada reducida a cenizas en su apartamento; el cuerpo había quedado casi totalmente destruido, a excepción de su pie izquierdo. También se habían quemado el sillón donde se encontraba sentada, y una mesa y una lámpara adyacentes; el resto del departamento sufrió muy pocos daños. Un detalle: la última vez que fue vista con vida - por su hijo, la noche anterior - la Sra. Reeser acababa de tomar dos cápsulas de Seconal, y fumaba un cigarrillo.
La Sra. Reeser, una obesa viuda de 67 años de edad, fue encontrada reducida a cenizas en su apartamento; el cuerpo había quedado casi totalmente destruido, a excepción de su pie izquierdo. También se habían quemado el sillón donde se encontraba sentada, y una mesa y una lámpara adyacentes; el resto del departamento sufrió muy pocos daños. Un detalle: la última vez que fue vista con vida - por su hijo, la noche anterior - la Sra. Reeser acababa de tomar dos cápsulas de Seconal, y fumaba un cigarrillo.
Dr.
John
Irving
Bentley
(5 de
Diciembre
de 1966
-
Coudersport,
Pennsylvania)
El Sr. Don Gosnelí entró en el sótano del edificio en el que flotaba un humo azul claro de olor extraño, descubrió en un rincón un montón de cenizas. Como nadie había respondido su saludo al entrar, decidió ir a echar un vistazo al anciano de 92 años. Al entrar en el dormitorio había el mismo humo extraño, pero ni rastro de Bentley, posteriormente miro en el cuarto de baño y se enfrento a una imagen macabra. El suelo estaba quemado y en el se abría un hoyo por donde se veían las tuberías y vigas al descubierto, al borde del hoyo había una pierna de la rodilla hacia abajo. Huyo del edificio y a toda prisa fue a notificar su hallazgo.
El Sr. Don Gosnelí entró en el sótano del edificio en el que flotaba un humo azul claro de olor extraño, descubrió en un rincón un montón de cenizas. Como nadie había respondido su saludo al entrar, decidió ir a echar un vistazo al anciano de 92 años. Al entrar en el dormitorio había el mismo humo extraño, pero ni rastro de Bentley, posteriormente miro en el cuarto de baño y se enfrento a una imagen macabra. El suelo estaba quemado y en el se abría un hoyo por donde se veían las tuberías y vigas al descubierto, al borde del hoyo había una pierna de la rodilla hacia abajo. Huyo del edificio y a toda prisa fue a notificar su hallazgo.
Robert
Francis
Bailey
(13 de
Septiembre
de 1967
– Sur de
Londres)
El bombero Jack Stacey, acudió a un llamado de emergencia para apagar un supuesto fuego en el interior de un edificio abandonado. Aparentemente, no había signos externos de fuego, pero al entrar, se encontró con el cuerpo de un mendigo, conocido como Robert Francis Bailey, tumbado sobre el costado izquierdo, y en posición fetal, como si intentara contener un dolor de estómago.
Al acercarse, apreció una hendidura de unos doce centímetros en el abdomen de la víctima, de la que salían con fuerza llamas color azul, a modo de soplete, que consiguió apagar con el agua de la manguera. Pese a que no consiguió salvar la vida de esta persona, tuvieron que utilizar una palanca para abrirle la mandíbula, ya que sus dientes se encontraba hundidos en la madera de una viga.
La ropa del mendigo estaba intacta, salvo la parte que cubría su abdomen. A pesar de las investigaciones policiales no se conocieron los motivos del fuego ya que en el edificio abandonado no había gas ni electricidad, y tampoco se encontraron cerillas cerca del cuerpo.
El bombero Jack Stacey, acudió a un llamado de emergencia para apagar un supuesto fuego en el interior de un edificio abandonado. Aparentemente, no había signos externos de fuego, pero al entrar, se encontró con el cuerpo de un mendigo, conocido como Robert Francis Bailey, tumbado sobre el costado izquierdo, y en posición fetal, como si intentara contener un dolor de estómago.
Al acercarse, apreció una hendidura de unos doce centímetros en el abdomen de la víctima, de la que salían con fuerza llamas color azul, a modo de soplete, que consiguió apagar con el agua de la manguera. Pese a que no consiguió salvar la vida de esta persona, tuvieron que utilizar una palanca para abrirle la mandíbula, ya que sus dientes se encontraba hundidos en la madera de una viga.
La ropa del mendigo estaba intacta, salvo la parte que cubría su abdomen. A pesar de las investigaciones policiales no se conocieron los motivos del fuego ya que en el edificio abandonado no había gas ni electricidad, y tampoco se encontraron cerillas cerca del cuerpo.
Jack
Angel
(1974 -
Georgia,
Estados
Unidos)
El Sr. Angel se fue a dormir y despertó cuatro días mas tarde con unas quemaduras tan horribles que fue necesario amputarle el antebrazo derecho. El pijama y las sábanas de la cama estaban intactos y no sintió ningún dolor hasta varias horas después de haber recuperado la consciencia.
El Sr. Angel se fue a dormir y despertó cuatro días mas tarde con unas quemaduras tan horribles que fue necesario amputarle el antebrazo derecho. El pijama y las sábanas de la cama estaban intactos y no sintió ningún dolor hasta varias horas después de haber recuperado la consciencia.
Henry
Thomas
(Enero
de 1980
– Gwent,
Reino
Unido)
El detective John Heymer, agente del Departamento de Investigación Criminal fue requerido para investigar un caso. Cuando entró en el salón de la casa lo primero que le sorprendió fue el calor sofocante y la humedad en la sala, así como el tinte anaranjado de la luz que iluminaba lo que quedaba del Sr. Thomas, un anciano de 73 años.
En la alfombra había un montón de cenizas blancas en el centro, en un extremo yacían un par de pies enfundados en sus medias, y en otro una calavera ennegrecida. La luz de la bombilla desnuda se mezclaba con la del día, pero lo que le daba el tinte anaranjado era la fina capa de carne vaporizada y condensada que lo cubría todo en la habitación. Lo extraño del caso es que la habitación no presentaba señales de incendio, tan sólo parte del sillón en el que se hallaba sentada la víctima y la alfombra bajo la que se hallaban los restos, que tan sólo estaba chamuscada unos pocos centímetros.
El detective John Heymer, agente del Departamento de Investigación Criminal fue requerido para investigar un caso. Cuando entró en el salón de la casa lo primero que le sorprendió fue el calor sofocante y la humedad en la sala, así como el tinte anaranjado de la luz que iluminaba lo que quedaba del Sr. Thomas, un anciano de 73 años.
En la alfombra había un montón de cenizas blancas en el centro, en un extremo yacían un par de pies enfundados en sus medias, y en otro una calavera ennegrecida. La luz de la bombilla desnuda se mezclaba con la del día, pero lo que le daba el tinte anaranjado era la fina capa de carne vaporizada y condensada que lo cubría todo en la habitación. Lo extraño del caso es que la habitación no presentaba señales de incendio, tan sólo parte del sillón en el que se hallaba sentada la víctima y la alfombra bajo la que se hallaban los restos, que tan sólo estaba chamuscada unos pocos centímetros.
Jeannie
Saffin
(1982 –
Londres)
Jeannie Saffin, una mujer disminuida mentalmente, ardió en llamas mientras estaba sentada en una silla de madera en la cocina de su casa. Su padre, que estaba sentado cerca, vio un destello luminoso. Al girarse hacia Jeannie, observó que estaba envuelta en llamas, pero Jeannie no gritaba ni se movía. Su padre la empujó hacia el lavadero y llamó a su yerno, que corrió a la cocina para ver qué pasaba. Ambos pudieron apagar las llamas, pero Jeannie murió más tarde en un hospital.
Jeannie Saffin, una mujer disminuida mentalmente, ardió en llamas mientras estaba sentada en una silla de madera en la cocina de su casa. Su padre, que estaba sentado cerca, vio un destello luminoso. Al girarse hacia Jeannie, observó que estaba envuelta en llamas, pero Jeannie no gritaba ni se movía. Su padre la empujó hacia el lavadero y llamó a su yerno, que corrió a la cocina para ver qué pasaba. Ambos pudieron apagar las llamas, pero Jeannie murió más tarde en un hospital.
Agnes
Phillips
(24 de
Agosto
de 1998
–
Sydney,
Australia)
Jackie Parker recogió a su madre, Agnes Phillips quien se encontraba enferma de Alzheimer, de la residencia donde vivía. Mientras su madre dormía en el coche, se estaciono para hacer unas compras. De repente vio salir humo del coche, y poco después una llamarada importante.
Una persona le ayudó a sacar a la Sra. Agnes del automóvil, y apreciaron graves quemaduras en el pecho, abdomen, brazos, piernas y cuello. Fue trasladada a un hospital, donde falleció una semana después. La Policía no consiguió determinar la causa del fuego, ya que el motor no estaba en marcha, y no había rastros de acelerante. Ninguna de las dos mujeres eran fumadoras, y la temperatura máxima de aquel día fue de 16 grados.
Jackie Parker recogió a su madre, Agnes Phillips quien se encontraba enferma de Alzheimer, de la residencia donde vivía. Mientras su madre dormía en el coche, se estaciono para hacer unas compras. De repente vio salir humo del coche, y poco después una llamarada importante.
Una persona le ayudó a sacar a la Sra. Agnes del automóvil, y apreciaron graves quemaduras en el pecho, abdomen, brazos, piernas y cuello. Fue trasladada a un hospital, donde falleció una semana después. La Policía no consiguió determinar la causa del fuego, ya que el motor no estaba en marcha, y no había rastros de acelerante. Ninguna de las dos mujeres eran fumadoras, y la temperatura máxima de aquel día fue de 16 grados.
Las características del fenómeno y trazando un perfil general de
los casos, las enumeraremos:
Los sucesos suelen ocasionarse en sitios cerrados y generalmente en el dormitorio de la víctima.
La persona siempre ha estado sola y ha pasado un tiempo prologado sin que nadie la haya visto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario